Dos reseñas hamletianas

Nos llegaron dos reseñas de amigos espectadores de la primera temporada de Hamlet, en el Teatro César Rengifo; la primera es de Víctor Bravo (ya fue publicada en Frontera) y la otra de Edgar Díaz (que está por publicarse en una revista especializada). Con gusto compartimos sus observaciones y apreciaciones con los visitantes de nuestra página web.

Las fotos son de Cristina Gutiérrez.

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Hamlet en Mérida

por Víctor Bravo

 Hamlet es el arte, decía Juan Carlos Genet en 2011, cuando dirigía la obra de Shakespeare, un año antes de su muerte.

La hermosa e intensa representación, con Mike Amigorena en el papel principal, con muchos de los juegos de humor que brotan de la obra, se daba en el teatro Presidente Alvear de la calle Corrientes de Buenos Aires. Impactados por la puesta en escena, decíamos, en la hora del vino,  que frases y escenas del Hamlet atraviesan con toda su frescura los siglos y pertenecen ya al patrimonio cultural de la humanidad, y que un espectador que ha vistos diferentes representaciones en Buenos Aires y, por ejemplo, en México, Madrid o París, puede valorar los diferentes énfasis que un director u otro coloca.

Es de celebrar la puesta en escena de Hamlet en Mérida, en mayo y junio de 2012, por el grupo Prosopon et lus, bajo la dirección del poeta y hombre de larga experiencia y grandes logros en el teatro: Carlos Danez.

Danez realiza un fino trabajo de representación, regido por una “poética de escena” que el propio director explicita, y donde la sucesión  va tejida por finos hilos simbólicos y alegóricos. Destaca la fuerza actoral de Simón Horsten como Hamlet, sin duda lo mejor de la obra; destaca el perfil de personaje que el director da a Polonio, representado por Franklin Jiménez, pues, dentro del fino tramado alegórico, se ven claras las correspondencias entre servilismo y distorsión de lo humano. Carolina Peña hace una buena representación de Gertrudis, quizás en menor grado José Manuel Calderón haciendo de Hamlet padre y de Fortimbrás (en la puesta de Genet un mismo actor personifica a Hamlet padre y a Claudio, lo que entra en coherencia con la lectura hamletiana de Freud). Adriana Márquez representando a Ofelia y Nelson Daza a Laertes, si bien en representaciones dignas creo que no alcanzan la grandeza de estos personajes. Alí Azacón tiene buenos momentos como Claudio (tal, por ejemplo, el correspondiente a la escena XXIII, acto tercero), y otros de menor lucidez. Para nuestro gusto algunas escenas no tienen, en la representación, la fuerza dramática que merecen. Por ejemplo,  la famosa escena IV, acto tercero, donde Hamlet enuncia la frase To be, or not to be, that is the question, frase que según Lacan coloca la dimension del ser en una situación de “pasaje”, en resonancias heraclitianas; por ejemplo el movimiento de velo y apariciones de los actos equívocos de Hamlet, entre ellos los juegos de lenguaje y los desplazamientos de la locura; equívocos que alcanzan su complejidad en una importante escena, la XXVI, acto tercero, donde, en acto erratico, Hamlet mata a Polonio. Podrían señalarse otros momentos: el juego entre poder, escritura y argucia que abre el acto IV, con la “acelerada diligencia” a Inglaterra, que guarda sus correspondencias con el episodio de Belerofonte en la Ilíada; el juego especular de representaciones dentro la obra, tan importante en Shakespeare, que culmina en la representación de La ratonera que, como toda especularidad, “desoculta” la verdad, y señala a Claudio como el criminal; los desnudos descolocados en una obra que, en Shakespeare, está atravesada por el deseo y no por la sexualidad;  pero sobre todo hubiese deseado una mayor elaboración de las escenas finales del duelo a espadas con Laertes, y muerte de los personajes, por lógica de los equívocos, y entrada de Fortimbrás. Una adecuada elaboración estética de esas escenas hubiese levantado los aplausos y a los espectadores de sus sillas, como lo merecía el esfuerzo y logros de la obra. Sin indicar que éste tenga que ser el camino, recuerdo una representación de Hamlet en París, hace ya más de una década: allí esa escena final se mostraba como una danza, a la vez intensa y en cámara lenta, que iba colocando cada vez más en primer plano la muerte de cada uno de tan importantes personajes, hasta hacer todos un pequeño promontorio de cuerpos, luego un profundo silencio y, de pronto, la entrada de Fortimbrás. Recuerdo la media hora de aplausos en esa ocasión.

La puesta en escena de Hamlet por parte de Danéz y su grupo de actores es, creo, un trabajo magnífico en la representación de Hamlet,  lo que sin duda es uno de los retos más altos en el teatro mundial.

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Hamlet contra el siglo XIX

por Edgar Díaz

         Tuvimos la oportunidad de presenciar en Mérida, Venezuela, el Hamlet del Prosopon et Ius (El sendero de las máscaras).  Símon Horsten cuyas posturas actorales me recordaron las esculturas del renacimiento florentino, con el cuerpo crea una unidad de composición que se inserta en el discurso del personaje más difícil de interpretar de las historia del teatro. Generalmente – lo digo por las muchas versiones cinematográficas que he podido ver- existe una tendencia pretenciosa que separa a Hamlet de su obra de teatro, fragmentando este drama tan complejo, en personajes que nunca encuentran su integración. La inteligencia somática del personaje, durante toda la representación del Prosopon, jamás se divorció de la motricidad textual de este. Entre eros y tanatos, acciona sus argumentos en una suerte de lucidez nocturna, que en su conflicto existencial, dota al personaje de una naturalidad consciente. Símon representa la compleja vida interior del personaje e igualmente lo sarcástico o apasionado que expresa en su angustiado ser social, siempre haciendo lo imprevisto; pero Símon en ningún momento lo carga de afecciones recursivas, por muy demodé o “lakanianas” que estas sean. Presencia y conciencia actoral hacen el correlato de todas la impurezas  pasionales que el texto permite en sus juegos de develación y ocultamiento.

Parece que el destino me conduciría a  profundizar mi reflexión acerca de esta obra de Shakespeare, lo digo porque acababa de leer Caballos de sueño, una ficción autobiográfica de la escritora catalana Clara Janés. Esta lectura por una suerte poética, de manera sólida me permitió internalizar en la línea argumental de la novela de Janés, cuya diagnosis da cuenta de como  la autora penetra en el mito fálico de Ofelia. En lo concerniente al teatro, diré que pese a saber de antemano, que mis polémicos amigos del Prosopon, estaban montando la enigmática leyenda que abre las puertas al concepto del héroe moderno;  fui sorprendido. La compleja dinámica que implica la postergación de la ejecución de un acto, hizo de la puesta en escena un absurdo dramático, cuyo alejamiento a propósito de la estética del romanticismo decadente, linda con la comedia.  Ahora, tanto en mi lectura como en el montaje presenciado, he encontrado matices originales que reformulan este mito de postergación, interpretado diferentemente en distintas épocas.  A mi juicio, son los descubrimientos que los artistas han hecho en las muchas aristas ocultas de Hamlet, lo que  a través del tiempo permite dimensionar, esta obra maestra del teatro isabelino.

Para abordar las novedades interpretativas del Hamlet del Prosopon et Ius,  diré que gracias a la lectura arriba aludida, me he convencido de la existencia de diferentes maneras de ver al personaje Ofelia. La tradicional es la del icono del siglo diecinueve, donde ella yace en el agua (de trasparente emocionalidad) dando cuenta mortuoria, de una personalidad suave, inocente y pura,  conducida hasta la locura: por el suceso de la muerte de su padre causada gracias a la espada de su misógino príncipe azul (Hamlet); y por ese mismo amor (contrariado) hacia el asesino de su padre. Sin embargo el texto dramático original, no da cuenta de esta visión puramente etérea y pasiva de Ofelia. Así fue que después de la interpretación de  Clara Janés, me encontré con la visión actoral de Adriana Márquez que hace el papel de Ofelia en la versión del Prosopon et Ius, donde la pureza y la inocencia, no son los únicos referentes de la textualidad estructural representada. Esta ruptura con lo decimonónico que el Prosopon propone, para conducirnos por los caminos del siglo veintiuno hasta la eterna locura y (tal vez) suicidio de la inmortal Ofelia; cuyo arquetipo de angustia en la sumisión, se desprendió en ese silencio sin significante de las mujeres en el victorianismo. Adriana interpreta la acción del padecimiento causado por emociones ocultas, con una actuación llena de matices y libertad y nos hace el propósito escénico de toda una lección estética, aplicada a los conceptos prejuiciados en malas lecturas. Este personaje en su condición de belleza liquida justifica que exista una expresividad acumulativa, ya que esta está permanentemente manifiesta en el papel, explotando en el momento de la locura que la convertirá luego de su muerte, en una creativa ninfa del agua.  Tengo la impresión de que Adriana Márquez en su representación de Ofelia, toma de la comedia del arte elementos que le permitirán ridiculizar algunos rasgos decimonónicos, con los que tradicionalmente se ha tratado el personaje por ella representado. En tal sentido convendría evidenciar que la comedia del arte está más cerca del espíritu shakesperiano que el siglo diecinueve.

Otro desplante al siglo diecinueve que con sus malas traducciones y su romanticismo positivista, se interpuso entre los clásicos y nosotros, es el tratamiento que se le dio al personaje de Horacio – el amigo de Hamlet – personificación del concepto socrático de la amistad; a este universal se le cambió de sexo convirtiéndolo en mujer. Para trastocar el género, la dirección de Carlos Danez y Símon Horsten, con la asistencia de Yanitza Albarrán, ideó el de una mujer masculina para no contaminar la amistad con ningún tipo de pasión sexual.  Este nuevo referente de la amistad fue un éxito gracias al buen trabajo de la actriz Gloria Sanmiguel.

Esta versión del Prosopon et Ius, le exalta a Polonio (padre de Ofelia) interpretado por Franklin Jiménez, sus rasgos de personaje de la comedia del arte. Cuando su estereotipo se relaciona con Hamlet, Claudio, Gertrudis y Ofelia, alcanza ciertos hallazgos expresivos en los momentos que su voz da cuenta de los éxtasis dramáticos.

Es sabido que el Prosopon et Ius cuenta como asesor al maestro José Manuel Briceño Guerrero y que él dirige los estudios que le permiten a Carlos Danez hacer sus adaptaciones, las que a mi juicio, siempre conservan el espíritu de la pieza clásica representada. Aprecio que estas adaptaciones tienen el objeto de esquivar las malas traducciones y permitir una sintonía entre el sentido esencial de la pieza y el público. En el caso de Hamlet, pese a que la reducción del tiempo dramático, pareciera ser el objetivo principal de la adaptación; puedo notar que la dimensión narrativa y la estructura del conflicto permanecen intactas. Resultaría imposible reducir el tiempo de representación, sin sacrificar algún aspecto de los componentes del drama, en este caso notamos la ausencia de los personajes segundarios, Rosencratz y Gildenstern, personajes que el tiempo los ha vuelto referentes trascendentes, quedando dimensionados en el drama satírico de  Tom Stoppard  Rosencratz y Gildenstern han muerto.

Las actuaciones de Carolina Peña en el papel de Gertrudis y la de Alí Azacón en el papel de Claudio, las aprecié intermitentes logrando momentos destacados como la oración de Claudio o la conversación acentuadamente incestuosa de Gertrudis con su hijo Hamlet. Esperamos que en las próximas temporadas estos actores presten más atención a las escenas menos trascendentes.

Pese, a la carga cómica que las situaciones trágicas contienen cuando se piensan y  pese a que Hamlet siempre piensa sus padecimientos, es el dolor del duelo, lo que lo mantiene en la línea dramática que concluye con el duelo a floretes de Hamlet con Laertes, el hermano de Ofelia. Después de la putrefacción de los cadáveres de Polonio, su padre y el de su hermana Ofelia, a Laertes  le corresponde el odio y la venganza, como respuesta al dolor extremo. Nos hubiese gustado que tan apasionada interpretación, nos permitiera apreciar otras revelaciones no patológicas de la personalidad de ese personaje, que a mi criterio, en esta versión del Prosopon et Ius, es lo más parecido al concepto romántico decadente del siglo IXX. En todo caso el personaje de Nelson Daza, es un digno contrincante de la sicosis de Hamlet y un excelente espadachín.

Tres personajes cortos son representados por José Manuel Calderón, el rey Hamlet que en esta versión muere envenenado de un mordisco en la oreja, la sombra del rey Hamlet y Fortimbras de Noruega, destacándose en este último papel, en la escena final. Carlos Danez, el director, hace otro papel corto, un sepulturero con mucho sabor.

Por fin, era justo hablar de las comediantas que en el original son los comediantes. En la presente versión presentan la pieza y cierran la última escena, quedando el drama sugerido como dentro del espíritu de la comedia. Estas  tres mujeres separan la realidad de la ficción teatral: Gloria Arraiz, Neirik Muñoz e Indhyra Padrón, son las que crean la obra teatral Hamlet, donde se atrapará la conciencia del rey culpable de asesinar a su hermano y  padre del príncipe de Dinamarca. Con actuaciones gráciles y fresca en sus continuas apariciones, traen alegría al drama; a excepción de la escena final donde lo cómico por acción de la muerte colectiva, se torna trágico. Separa la última escena del siglo IXX, la imagen post-modernista de Ofelia desnuda y ahogada dentro de una pecera.

Durante toda la representación presenciamos escenas de mucha fuerza visual y actoral. Cuando aparece la sombra del rey Hamlet, la locura de Ofelia, cuando Hamlet desnuda a su madre, el entierro de Ofelia, la pelea de esgrima y las muertes del final.  Durante tres horas, nunca nos cansamos, pese a la incomodidad de las butacas. El mayor aporte de esta versión está, en que nos abre un camino fresco y establece un rompimiento con el tétrico siglo IXX que había secuestrado el buen gusto en la literatura; para asumir la puesta en escena de uno de los textos más exquisitos y profundos del teatro universal.

1 Responses to Dos reseñas hamletianas

  1. Valeria Roca dice:

    Profesor Víctor Bravo, con todo el respeto que sus conocimientos merecen, pienso que el deseo no se puede separar de la sexualidad, ni tampoco los desnudos representan necesariamente sexualidad, basta mirar la icono-grafía universal. Particularmente pienso que los desnudos en el Hamlet merideño, acentuaban el sentido ultimo de las patologías expresadas tanto en Gertrudis como en Ofelia.
    Valeria Roca.

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